Jack
Weaver salió desde las entrañas de Multivac cansado y malhumorado.
-¿Nada?
-le preguntó Todd Nemerson desde el taburete donde mantenía su guardia
permanente.
-Nada
-contestó Weaver- Nada, nada, nada. Nadie puede descubrir qué pasa.
-Excepto
que no funciona, querrás decir.
-Tú
no eres de gran ayuda, ahí sentado.
-Estoy
pensando.
-¡Pensando!
Weaver
entreabrió una comisura de la boca, mostrando un colmillo. Nemerson se removió
con impaciencia en el taburete.
-¿Por
qué no? Hay seis equipos de técnicos en informática merodeando por los
corredores de Multivac.
-No
han obtenido ningún resultado en tres días. ¿No puedes dedicar una persona a
pensar?
-No
es cuestión de pensar. Tenemos que buscar. Hay un relé atascado en alguna parte.
-No
es tan simple, Jack.
-¿Quién
dice que sea simple? ¿Sabes cuántos millones de relés hay aquí?
-Eso
no importa. Si sólo fuera un relé, Multivac tendría circuitos alternativos,
dispositivos para localizar el fallo y capacidad para reparar o sustituir la
pieza defectuosa. El problema es que Multivac no sólo no responde a la pregunta
original, sino que se niega a decirnos cuál es el problema. Y entre tanto
cundirá el pánico en todas las ciudades si no hacemos algo. La economía mundial
depende de Multivac, y todo el mundo lo sabe.
-Yo
también lo sé. ¿Pero qué se puede hacer?
-Te
lo he dicho. Pensar. Sin duda hemos pasado algo por alto. Mira, Jack, durante
cien años los genios de la informática se han dedicado a hacer de Multivac una
entidad cada vez más compleja. Ahora puede hacer de todo, incluso hablar y
escuchar. Es casi tan complejo como el cerebro humano. No entendemos el cerebro
humano, ¿cómo vamos a entender a Multivac?
-Oh,
cállate. Sólo te queda decir que Multivac es humano.
-¿Por
qué no? -Nemerson se sumió en sus reflexiones- Ahora que lo dices, ¿por qué no?
¿Podríamos asegurar si Multivac ha atravesado la fina línea divisoria en que
dejó de ser una máquina para comenzar a ser humano? ¿Existe esa línea
divisoria? Si el cerebro humano es apenas más complejo que Multivac y no
paramos de hacer a Multivac cada vez más complejo, ¿no hay un punto donde…?
Dejó
la frase en el aire. Weaver se puso nervioso.
-¿Adónde
quieres llegar? Supongamos que Multivac sea humano. ¿De qué nos serviría eso
para averiguar por qué no funciona?
-Por
una razón humana, quizá. Supongamos que te preguntaran a ti el precio más
probable del trigo en el próximo verano y no contestaras. ¿Por qué no
contestarías?
-Porque
no lo sé. Pero Multivac lo sabría. Le hemos dado todos los factores. Puede
analizar los futuros del clima, de la política y de la economía. Sabemos que
puede. Lo ha hecho antes.
-De
acuerdo. Supongamos que yo te hiciera la pregunta y que tú conocieras la
respuesta, pero no me contestaras. ¿Por qué?
-Porque
tendría un tumor cerebral- rezongó Weaver- Porque habría perdido el
conocimiento. Porque estaría borracho. ¡Demonios, porque mi maquinaria no
funciona! Eso es lo que tratamos de averiguar en Multivac. Estamos buscando el
lugar donde su maquinaria está estropeada, buscamos el factor clave.
-Pero
no lo has encontrado -Nemerson se levantó del taburete.
-¿Por
qué no me haces la pregunta en que se atascó Multivac?
-¿Cómo?
¿Quieres que te pase la cinta?
-Vamos,
Jack. Hazme la pregunta con toda la charla previa que le das a Multivac. Porque
le hablas, ¿no?
-Tengo
que hacerlo. Es terapia.
Nemerson
asintió con la cabeza.
-Sí,
de eso se trata, de terapia. Ésa es la versión oficial. Hablamos con él para
fingir que es un ser humano, con el objeto de no volvernos neuróticos por tener
una máquina que sabe mucho más que nosotros. Convertimos a un espantoso
monstruo de metal en una imagen paternal y protectora.
-Si
quieres decirlo así…
-Bien,
está mal y lo sabes. Una computadora tan compleja como Multivac debe hablar y
escuchar para ser eficaz. No basta con insertarle y sacarle puntitos
codificados. En un cierto nivel de complejidad, Multivac debe parecer humano,
porque, por Dios, es que es humano. Vamos, Jack, hazme la pregunta. Quiero ver
cómo reacciono.
Jack
Weaver se sonrojó.
-Esto
es una tontería.
-Vamos,
hazlo.
Weaver
estaba tan deprimido y desesperado que accedió. A regañadientes, fingió que
insertaba el programa en Multivac y le habló del modo habitual. Comentó los
datos más recientes sobre los disturbios rurales, habló de la nueva ecuación
que describía las contorsiones de las corrientes de aire, sermoneó respecto a
la constante solar.
Al principio lo hacía de un modo rígido, pero pronto el hábito se impuso y
habló con mayor soltura, y cuando terminó de introducir el programa casi cortó
el contacto oprimiendo un interruptor en la cintura de Todd Nemerson.
-Ya
está. Desarrolla eso y danos la respuesta sin demora.
Por
un instante, Jack Weaver se quedó allí como si sintiera una vez más la
excitación de activar la máquina más gigantesca y majestuosa jamás ensamblada
por la mente y las manos del hombre. Luego, regresó a la realidad y masculló:
-Bien,
se acabó el juego.
-Al
menos ahora sé por qué yo no respondería -dijo Nemerson- así que vamos a
probarlo con Multivac. Lo despejaremos; haremos que los investigadores le
quiten las zarpas de encima. Meteremos el programa, pero déjame hablar a mí.
Sólo una vez.
Weaver
se encogió de hombros y se volvió hacia la pared de control de Multivac,
cubierta de cuadrantes y de luces fijas. Lo despejó poco a poco. Uno a uno
ordenó a los equipos de técnicos que se fueran.
Luego,
inhaló profundamente y comenzó a cargar el programa en Multivac. Era la
duodécima vez que lo hacía.
En
alguna parte lejana, algún periodista comentaría que lo estaban intentando de
nuevo. En todo el mundo, la humanidad dependiente de Multivac contendría
colectivamente el aliento.
Nemerson
hablaba mientras Weaver cargaba los datos en silencio. Hablaba con soltura,
tratando de recordar qué había dicho Weaver, pero esperando el momento de
añadir el factor clave.
Weaver
terminó, y Nemerson dijo, con un punto de tensión en la voz:
-Bien,
Multivac. Desarrolla eso y danos la respuesta. -Hizo una pausa y añadió el
factor clave-: Por favor.
Y
por todo Multivac las válvulas y los relés se pusieron a trabajar con alegría.
A fin de cuentas, una máquina tiene sentimientos…, cuando ha dejado ya de ser
una máquina.
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