Desde que le regalaron ese reloj, Pablo quedó fascinado. Tenía múltiples
funciones: radio, sensor de temperatura y hasta una pantalla LED de
televisión. Cuando fue su cumpleaños, le fue fácil a su abuelo
elegir el regalo, porque conocía muy bien los gustos de su nieto.
Pablo había guardado hasta la caja
original en la que venía el reloj. No se cansaba de leer la frase de letras
doradas: "La máquina del tiempo". Esta frase que sólo parecía un
eslogan publicitario guardaba un misterio que sólo él llegaría a descubrir.
Una tarde recibió una noticia que jamás
hubiera querido saber. Su amigo de hacía diez años, su mejor amigo, estaba
enfermo y no había tratamiento posible para que se curara. Esa noche, Pablo no
podía conciliar el sueño, veía en su reloj pasar las horas sin consuelo,
deseando que un milagro salvara la vida de su amigo, hasta que agotado, se
durmió.
Al despertar, intentó de a poco tomar
contacto con la triste realidad, tenía que prepararse para continuar con su
vida. Pensó que aún estaba bajo los efectos del sueño, porque no reconocía su
habitación. Se puso de pie, levantó la persiana y ya nada era igual, ni su
casa ni el exterior eran como la noche anterior. Estaba solo en la vivienda y
su hermoso reloj indicaba el día y el mes correcto, pero el tiempo se había
adelantado veinte años.
Pablo no podía
creerlo y decidió confirmar los datos encendiendo la pequeña pantalla del
televisor. Entonces, apareció una placa roja con letras blancas con la leyenda
"Urgente, Pablo, ve al hospital de tu barrio y pide el tratamiento para tu
amigo".
El joven no sabía qué hacer, pero
decidió ir al nosocomio. Al llegar, su sorpresa fue inmensa, igual que su
alegría, cuando comprobó que en ese futuro estaba la cura para su amigo. Cuando
sacó el reloj nuevamente, en la pantalla LED podía leerse: "Si lo deseas
con el corazón, se te cumplirá".
Supo que era verdad,
deseó con el alma volver veinte años atrás y lo logró. Pablo convenció a los
médicos y padres de su amigo de iniciar el tratamiento que él les sugería, les
rogó que confiaran y no hicieran demasiadas preguntas. Desde entonces, ese
reloj, que salvó a su mejor amigo, se convirtió para él en el objeto más
preciado.
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